UN PRESIDENTE EN MANGAS DE CAMISA
por Jorge Tróchez M.
Desde que Honduras surgió a la vida independiente, rotas las cadenas de la esclavitud que la tenían atada al yugo de la dominación española, jamás había acariciado los efectos de una democracia auténtica y pura como la que vive en el presente.
El concepto de la democracia casi siempre fué abstracto. Casi siempre fué forjado en la imaginación; pero jamás transformado en una realidad tangible.
Los tiempos, en su evolución constante, nos están marcando al presente, nuevos rumbos, distintos derroteros, cambios radicales que, por lo raro de nuestro medio, asombran al Pueblo Hondureño.
El actual Presidente de la República, Doctor Juan Manuel Gálvez, ha roto las “viejas costumbres tradicionales, y se ha desbordado como una corriente impetuosa y arrolladora, por los caminos de la democracia positiva, visible, y comprobada, dándose por entero a su Pueblo, sin eufemismos y sin reservas.
Es el primer Presidente que, sin pretensiones de exhibicionismo y sin los cascabeles del autobombo, ha abandonado por momentos la silla presidencial; ha dejado las comodidades palaciegas para ir a conocer a su pueblo; estrecharse con él; palpar sus necesidades y buscarles solución; ordenar el comienzo de nuevas obras de beneficio público, en todos los rumbos cardinales del país, y cerciorarse con su propia vista si marchan con la celeridad debida y se maneja con la honradez aconsejada.
El pueblo, sorprendido por esta actitud, y, por supuesto, agradecido por los beneficios que de tal se han derivado, alaba con todo su entusiasmo y gratitud al Ciudadano Presidente.
Hemos tenido oportunidad de escuchar de los labios puros y sencillos del campesino, del hombre humilde y sincero que forja su mundo de inquietudes con el arado en la mano, frases que, por su rusticidad y pureza, constituyen un galardón el mejor premio; la mejor forma de agradecimiento hacia la múltiple y hermosa obra de nuestro ilustre Presidente.
Después de jugar con sabrosura entre los labios un tabaco copaneco y decorar sonoramente una escupida con los dientes, nos dijo un labriego de un pueblecito de Copán:
—“Veya amigo ¡qué lindo es nuestro Presidente! ¡Qué hermosa, que ancha y qué acogedora es su mano! ¡Da ganas hasta de llorar de júbilo y satisfacción que un Presidente lo salude y lo abrace a uno, tan pobre y humilde!
—Ajá —inquirimos nosotros— ¿y dónde lo conoció Ud?
—¡Aquí mesmo, amigo! ¡Aquí mesmo! El vino a conocer nuestro pueblo, nuestras viviendas y nuestros hijos. Vino a enterarse de nuestras dificultades y a prometernos su ayuda. Tuitos quedamos encantados de su galanura y de su buen corazón para con los pobres. ¡Qué lindo es nuestro Presidente!
¡Créyamelo amigo —continúa este copaneco agradecido— que nosotros nunca en la vida habíamos visto un Presidente tan cerquita coo al general Gálvez. Porque todos los que pasan por la sía presidencial, viven allá arriba, en las alturas, donde no podemos subir los pobres, los humildes.”
— Y el general Gálvez estuvo aquí; nos hizo preguntas, se sentó cerquita de nosotros, y andaba EN MANGAS DE CAMISA, sin cotón… ¡No parecía que fuera nuestro Presidente!
Estas frases, salidas de labios de labios de un campesino, sin malicias y calzadas con el sello de la sinceridad, las hemos visto de manera gráfica en fotografías que ha publicado la prensa paisana.
¡Hermoso ejemplo de un Gobernante! ¿Quién no se conmoverá ante estos gestos tan hermosos, que nos muestran su grandeza de miras y de amor para su pueblo?
Hemos visto al Ciudadano Presidente rodeado de las gentes más humildes y más pobres de los pueblos y aldeas de la República; Lo hemos visto estrechando su mano amiga, presentándoles no con el seño austero y humillante del perdonavidas, sino con la sonrisa dulce y atractiva del amigo o del hermano.
Esta actividad hermosa, franca, campechana y decidida del Gobernante, que es la demostración más convincente del cariño y amor para sus gobernados y una prueba inequívoca de sus principios genuinamente democráticos, está calándose hasta la médula en la ciudadanía, en cuyo pecho se ha entronizado el nombre del Doctor Juan Manuel Gálvez, como algo grandioso e indestructible.
Jamás en la Historia Política y Social de Honduras había escrito un Presidente una página tan grande y tan hermosa como la que está rubricando con estruendos de gloria, nuestro demócrata Mandatario, en quien, EN MANGAS DE CAMISA, visita a sus gobernados de los cuatro rumbos cardinales del país para llevarles aliento y consuelo.
Y esto vale un ¡Hurra! Sonoro hacia la persona del Señor Presidente de la República, que hoy se lo damos desde las columnas de «Honduras» con toda la sinceridad y con todo nuestro afecto …
Tomado del semanario “Honduras”, de San Pedro Sula
Desde que Honduras surgió a la vida independiente, rotas las cadenas de la esclavitud que la tenían atada al yugo de la dominación española, jamás había acariciado los efectos de una democracia auténtica y pura como la que vive en el presente.
El concepto de la democracia casi siempre fué abstracto. Casi siempre fué forjado en la imaginación; pero jamás transformado en una realidad tangible.
Los tiempos, en su evolución constante, nos están marcando al presente, nuevos rumbos, distintos derroteros, cambios radicales que, por lo raro de nuestro medio, asombran al Pueblo Hondureño.
— Y el general Gálvez estuvo aquí; nos hizo preguntas, se sentó cerquita de nosotros, y andaba EN MANGAS DE CAMISA, sin cotón… ¡No parecía que fuera nuestro Presidente!
Estas frases, salidas de labios de labios de un campesino, sin malicias y calzadas con el sello de la sinceridad, las hemos visto de manera gráfica en fotografías que ha publicado la prensa paisana.